Cada día brinda una nueva página en la que escribir. Vive de manera tal que todas las páginas digan “Estoy feliz de haberlo hecho” y no “Ojalá hubiera…”.
Llegar al final con tu antorcha aún encendida
En ocasiones, después de tropezar, fallar, o incluso de rendirnos, nos desalentamos y creemos que nuestra luz se ha apagado y que hemos perdido la carrera. Sin embargo, les testifico que la luz de Cristo no se puede extinguir; brilla en la noche más oscura y volverá a iluminar nuestro corazón si tan solo inclinamos nuestro corazón hacia Él (véase 1 Reyes 8:58).
No importa cuán a menudo o cuán lejos caigamos, la luz de Cristo siempre arde intensamente y, aun en la noche más profunda, Su luz disipará las sombras y volverá a encender el fuego en nuestra alma si tan solo damos un paso hacia Él.
Esta carrera del discipulado no es una carrera de velocidad, sino un maratón; y tiene poca importancia lo rápido que vayamos. De hecho, la única manera en que podemos perder la carrera es si finalmente cedemos o nos damos por vencidos.
¿Están ardiendo sus antorchas con intensidad?
La luz de Cristo es “una Luz que consume la oscuridad, sana nuestras heridas y resplandece aun en medio de la más profunda tristeza y de las tinieblas más impenetrables”